miércoles, 18 de marzo de 2020

Un puente difícil de encontrar


Hoy mi buzón no estaba vacío. 
Después de años, el cartero ha recordado mi dirección. 
O tal vez nadie me ha escrito desde entonces, pero me gusta pensar que el abrigo de este viejo puente es difícil de encontrar. 

- Hoy ha habido suerte. 

El cartero deposita la carta en la cajita de cartón. El vagabundo se acerca a recogerla.

- Desde luego amigo mío. Gracias por desviar tu ruta hacia este rincón, y gracias por la misiva. 
- De nada. Uno se cansa de entregar cartas de esas que no se quieren recibir. Espero ésta sea diferente. ¿Esperas noticias de alguien? 
- Siempre. De cualquiera con pluma y tinta o lápiz y papel. 

El cartero sonríe, con mirada de nostalgia. 

- Se quien sea tu lejano amigo, eres afortunado de ser destinatario de algo tan hermoso en estos tiempos. Te envidio. 
El vagabundo lo mira pensativo y después sonríe. 
- Te propongo algo amigo mio. Déjame llevar el resto de cartas que te quedan en la bolsa a su destino. A cambio, esta carta es para ti. Tu eres desde este momento su destinatario. 

El cartero mira al vagabundo profundamente sorprendido y desconcertado por la propuesta. Quiere decirle que es una locura, una tontería absurda. Sin embargo...

- De acuerdo. Aquí tienes.
- Gracias. En cuanto acabe regresaré. Toma la carta. 

El vagabundo deja la carta en las manos del cartero y se aleja con andar tranquilo y despreocupado portando el preciado cargamento. El cartero lo mira intrigado, pero en seguida vuelca su atención en el sobre. No tiene nombre de destinatario ni de remitente, sólo la dirección del vagabundo. 
Lo abre con cuidado y saca la carta de su interior. 
Empieza a leer, pero para su sorpresa, así reza el inicio de la carta: 


Querido cartero, 




Ahora es tu turno....



Atentamente, 

Tu amigo, el Vagabundo.

  



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