miércoles, 2 de febrero de 2011

Un mar en calma,...sin tormenta.

¿Sabeis cómo es un mar en calma?

Una superficie lisa, llana, que nada la perturba.
De brillos que deslumbraría a la plata más fina;
de reflejos que envidiaría el más hermoso espejo;
de colores ante los que palidecería cualquier arcoiris.
Quiza una de las más puras facetas de la belleza natural,
y sin embargo, esa belleza perfecta e impecable no existiría sin...
la tormenta.

¿Sabeis cómo es un mar agitado y tormentoso?

Aguas embravecidas, oscuras, amenazantes...
Convientos de una furia que haría temblar de miedo  al más fiero de los hombres;
con olas de un tamaño que haría  sentirse al ser humano un juguete en manos de la naturaleza...
Aún asi, en ese estado, el mar es hermoso.
Puede que sea una de las facetas más salvajes de la belleza natural.

Pero un mar nunca será tormentoso sin la calma que le sigue,
y un mar jamás estará e calma sino le precede la tormenta.
Ambos son complementarios, coexisten,
pero ¿qué pasaría si faltase uno de los dos?

Finalmente creo que soy como un mar e calma,...
sin tormenta.