martes, 27 de diciembre de 2011

1ª Parte ( no se sabe si habrá mas)

Ella corre.
 No sabe lo que le espera ni lo que se encontrará en la oscuridad. Pero debe hacerlo.
Casi a ciegas se adentra en la espesura del bosque para huir de alguien… o algo. Aun no tiene claro cual de los dos términos se aplica mejor a su perseguidor, lo que si sabe es que no debe encontrarla, por que en ese caso…
En la lejanía se oyen los pasos rápidos de la muerte que se confunden con los continuos gemidos de cansancio y terror de la asustada joven.
Consigue llegar a un claro. Es una noche despejada, de esas en las que lo único que deseas es tumbarte sobre la hierba y mirar las estrellas. Pero no hay tiempo de admirar el firmamento.
Casi sin aliento encuentra un recodo oscuro tras un gran roble en el que se siente a salvo, lejos del peligro para poder descansar. Sin embargo, pronto comprende su craso error, y cuando se dispone a huir de nuevo... ya es demasiado tarde. El canto de la noche queda eclipsado tras el grito desgarrador de la pobre chica, que indefensa en mitad de aquel bosque sucumbe rápidamente ante dos siniestros ojos rojos que observan la escena con satisfacción.

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿ Es el amor... o la vanidad quien susurra a nuestro oido?

Ingenuos y confundidos vemos castillos en el aire donde no los hay.
Nos imaginamos eterna felicidad a raíz de palabras vanas.
Somos víctimas, y culpables, de demagogia hecha al azar convertida en promesas de amor.
Las alabanzas y los cumplidos nos ciegan y, a menudo, nos impiden ver la realidad.
Y la realidad es que... no queremos estar solos, y somos impacientes.
No nos planteamos si:
¿es el amor o la vanidad quien susurra en nuestra oido?
Quiza el problema sea que no siempre conocemos el amor de verdad, aquel que se forma solo y únicamente sobre castillos en tierra firme, aquel del que emergen palabras con todo el sentido del mundo sin tenerlo realmente, aquel que no sabe de promesas, sino de hechos.
Aquel que.. puede prescindir de alabanzas y cumplidos sin que su llama se apague jamás.


La cuestión es...¿nos arriesgamos a esperar?

martes, 12 de julio de 2011

¿Quién soy?

Soy.
¿Quién soy?
Soy nada
y soy todo.
Soy el roce de unos dedos sobre una cuerda.
Soy el tintineo de una campana de plata.
Soy unas palmadas de alegria.
Soy una suave brisa que se escapa de unos labios.
Soy aquello que emociona hasta a un alma de hielo.
Soy...la voz sin palabras de los sentimientos

.
¿Todavía no sabes quién soy?

sábado, 2 de abril de 2011

Beso fugaz bajo Rialto

Venecia...
Verdadera ciudad del amor.
Dos almas desconocidas, una del norte, otra del sur...
Una dolida por el despecho,
otra virgen de emociones.
Una anhelante de amores y aventuras,
otra con deseos de olvidar.
Un encuentro inesperado en San Marcos,
por la caprichosa mano del destino.
Una mirada rapaz,
un inocente apretón de manos frente al Campanile.
Un diálogo amistoso entre ellas,
un amanecer de sentimientos por ambas partes.
Un paseo en góndola bajo el influjo de una esfera plateada,
 un beso fugaz bajo Rialto, en el momento justo y en el lugar indicado.
Y después...nada.
Dos desconocidos que regresan de un dulce sueño
a la vida real en alas metálicas.
Es la magia de Venecia.
La bondad a menudo es nuestra justificación y compensación de la maldad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un mar en calma,...sin tormenta.

¿Sabeis cómo es un mar en calma?

Una superficie lisa, llana, que nada la perturba.
De brillos que deslumbraría a la plata más fina;
de reflejos que envidiaría el más hermoso espejo;
de colores ante los que palidecería cualquier arcoiris.
Quiza una de las más puras facetas de la belleza natural,
y sin embargo, esa belleza perfecta e impecable no existiría sin...
la tormenta.

¿Sabeis cómo es un mar agitado y tormentoso?

Aguas embravecidas, oscuras, amenazantes...
Convientos de una furia que haría temblar de miedo  al más fiero de los hombres;
con olas de un tamaño que haría  sentirse al ser humano un juguete en manos de la naturaleza...
Aún asi, en ese estado, el mar es hermoso.
Puede que sea una de las facetas más salvajes de la belleza natural.

Pero un mar nunca será tormentoso sin la calma que le sigue,
y un mar jamás estará e calma sino le precede la tormenta.
Ambos son complementarios, coexisten,
pero ¿qué pasaría si faltase uno de los dos?

Finalmente creo que soy como un mar e calma,...
sin tormenta.